La degradación del plástico potencia el efecto invernadero
La acumulación
de masivas cantidades de plástico en los ecosistemas es uno de los grandes
problemas medioambientales a los que nos enfrentamos en la actualidad. El
plástico encarna una grave amenaza para la biodiversidad y para todo
tipo de fauna: a gran escala lo podemos encontrar en prácticamente cualquier
parte del planeta contaminando lugares de lo más inaccesible; a pequeña escala,
sabemos que incluso puede llegar a formar parte de los organismos por
bioacumulación.
Hablar
del reciclaje de plásticos es un tema complejo porque hay muchos tipos. En
1988, la Society for Plastic Industry creó un sistema para
identificar los distintos envases plásticos que sigue en vigor hoy, basado
en un triángulo con un número en su interior, que es una adaptación
del círculo de Möbius (símbolo internacional de reciclaje que tiene su origen
en 1970).
Por sus características
físicas y químicas, el plástico es un material muy duradero y difícil de
degradar por los microorganismos que se encuentran en la naturaleza: a
priori puede permanecer casi intacto durante siglos. Sin embargo, ahora,
científicos de la Universidad de Hawaii acaban de demostrar que la
degradación del plástico es, además, una poderosa fuente de gases de efecto
invernadero, según el artículo publicado recientemente en PLOS ONE.
Se sabe que el plástico libera
una variedad de sustancias químicas durante su degradación, algunas de las
cuales tienen un impacto negativo en los organismos y ecosistemas. Y así,
según informa el estudio, la exposición a la luz solar de los plásticos
más comunes, es susceptible de producir y produce, la liberación de metano y
etileno, dos potentes gases a la hora de generar efecto invernadero.
Por
ejemplo, el polietileno, utilizado en las bolsas de compras, es el polímero
sintético más producido y descartado a nivel mundial, y
los científicos hallaron que se trata del emisor más prolífico de
ambos gases. Del mismo modo, descubrieron que los materiales de
polietileno de baja densidad (LDPE) utilizados para almacenar alimentos,
textiles, materiales de construcción y diversos artículos de plástico que
acaban en el océano, pueden seguir emitiendo gases de efecto invernadero
incluso una vez dejan de recibir la luz del sol.
En
total, hay siete tipos: PET (polietileno tereftalato), que está en la
mayoría de botellas de agua y envases alimentarios, es muy transparente y uno
de los que se suelen reciclar como tejidos sintéticos; PEAD (polietileno
alta densidad) es el más resistente de los polietilenos y se usa para botellas
de productos de limpieza, cosmética, leche, zumos, etc., para capas de
tetrabricks (75% de cartón, 20% de plástico y 5% de aluminio) y bolsas más
resistentes; PVC (policloruro de vinilo) es el más peligroso en todas
sus etapas -producción, uso y desecho-, está en tuberías, cables, botellas de
detergente, canalones y algunas clases de film
transparente; PEBD (polietileno baja densidad) es la versión más
elástica del polietileno y se usa para film adhesivo, bolsas o botellas de
plástico blando, por ejemplo; PP (polipropileno) puede soportar la
presión repetitiva de abrir y cerrar, por eso se suele usar en tapones y tapas,
así como en botes de ketchup, recipientes de yogurt o envases de margarina,
junto al PET es el más fácil de reciclar, dando lugar a cajas, contenedores o
muebles; PS (poliestireno) es fácil de reconocer cuando se hincha y
se convierte en la denominada marca Porexpán, es un gran aislante y sirve para
bandejas de comida, estuches de CD’s o cubiertos desechables;
y otros plásticos que se desconoce su composición y por tanto, no se
pueden reciclar.
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