martes, 27 de agosto de 2024

Cómo el ruido urbano afecta nuestra salud y qué podemos hacer para mitigarlo

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Hace más de un siglo, Robert Koch, médico y microbiólogo galardonado con el Premio Nobel, advirtió que algún día la humanidad tendría que combatir el ruido con la misma intensidad que el cólera y la peste. Ese momento parece haber llegado, pues hoy el ruido ambiental es el segundo factor de riesgo ambiental para la salud, solo superado por la contaminación del aire.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que 22 millones de personas en la Unión Europea padecen molestias crónicas por ruido, lo que provoca la pérdida de más de un millón de años de vida saludable, 12,000 muertes prematuras y 48,000 casos de enfermedades coronarias cada año. El ruido ambiental, definido como cualquier sonido no deseado o dañino proveniente de actividades humanas como el tráfico, la construcción o la música alta, se convierte en perjudicial para la salud cuando los niveles superan los 55 dB de manera continua, según la Directiva Europea de Ruido.


Los efectos negativos del ruido no se limitan a la audición; la OMS y la Agencia Europea de Medio Ambiente destacan que puede causar problemas para dormir, alteraciones metabólicas, deterioro cognitivo y enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, el efecto más común es la "molestia", un malestar constante que, si se prolonga, genera estrés.


Este estrés depende de la sensibilidad individual y la capacidad de afrontar situaciones estresantes. Aunque nuestra mente puede habituarse al ruido, disminuyendo la percepción consciente de este, el cuerpo sigue reaccionando a nivel fisiológico. El ruido activa el eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA) y el sistema nervioso simpático, liberando hormonas del estrés como el cortisol y las catecolaminas, que elevan la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la respiración, mientras suprimen funciones como la digestión y la respuesta inmune. 


En situaciones agudas, el cuerpo puede autorregularse, pero cuando el estrés se vuelve crónico, se produce una sobrecarga alostática, lo que aumenta la inflamación, suprime la inmunidad y genera problemas vasculares, incrementando el riesgo de enfermedades cardíacas, hipertensión, diabetes y trastornos neurológicos.


Para mitigar estos efectos, es fundamental reducir la exposición al ruido en las ciudades. Medidas como cambiar el pavimento para reducir la fricción, limitar la velocidad de los vehículos, establecer barreras acústicas y promover una planificación urbana eficiente son esenciales. Un ejemplo de esto es el proyecto de superislas en Barcelona, que agrupa nueve manzanas con tráfico restringido para reducir la contaminación y priorizar a peatones y ciclistas, mejorando la calidad del aire y el uso recreativo de las áreas. Además, se fomenta la eliminación del asfalto y el aumento de espacios verdes, que no solo reducen el ruido, sino que también mejoran la salud y promueven la interacción social.


Con la previsión de que para 2050 el 68% de la población mundial vivirá en ciudades, es urgente implementar estas intervenciones para garantizar un entorno más saludable.


Fuente:

https://www.bbc.com/mundo/articles/cr5nd42jz0jo

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