Aunque pueda parecer contradictorio, ya que los ríos y arroyos que alimentan al mar son de agua dulce, la respuesta está en los complejos procesos naturales que moldearon nuestro planeta durante millones de años.
El agua dulce que fluye hacia el océano contiene pequeñas cantidades de sales y minerales disueltos. Este proceso comienza con la lluvia, que al absorber dióxido de carbono de la atmósfera se vuelve un ácido débil. Al caer sobre las rocas, disuelve partículas de minerales y sales, que son arrastradas por ríos y arroyos hasta el mar.
En los ríos, estas sales no son perceptibles debido a la dilución constante que provoca la lluvia. Sin embargo, el océano, al ser un sistema acumulativo, retiene las sales y minerales transportados por los ríos. Además, otros factores, como los respiraderos hidrotermales en el fondo marino, contribuyen a la salinidad del océano.
Fumarolas y volcanes submarinos
En las profundidades marinas, el agua que se filtra a través de grietas en la corteza terrestre es calentada por magma, alcanzando temperaturas de hasta 400 ºC. Este proceso disuelve minerales de las rocas, liberándolos nuevamente al mar. De manera similar, las erupciones volcánicas bajo el agua liberan minerales y gases que enriquecen el agua con iones.
Los iones más abundantes en el mar son el sodio (Na) y el cloruro (Cl), que al combinarse forman cloruro de sodio (sal común), representando el 85% de las sales disueltas. Estos iones también regulan propiedades del agua, como su densidad y conductividad. En promedio, el mar contiene un 3.5% de sal, equivalente a 35 gramos por litro. La salinidad varía según la región: es menor cerca del ecuador y los polos debido a la dilución, mientras que es mayor en zonas de alta evaporación, como el mar Mediterráneo.
Lagos salados y océanos primitivos
Los lagos salados, como el mar Muerto, alcanzan niveles de salinidad mucho mayores debido a la alta evaporación y la escasez de agua dulce. En el caso del mar Muerto, su salinidad es de 340 gramos por litro, casi diez veces la del océano.
En los océanos primitivos, la salinidad era considerablemente menor. Con el tiempo, las lluvias erosionaron las rocas de los continentes, transportando minerales al mar. Actualmente, los ríos aportan alrededor de 4,000 millones de toneladas de sales disueltas al océano cada año.
Un equilibrio dinámico
A pesar de este constante aporte de sales, la salinidad oceánica se ha mantenido estable durante los últimos 200 millones de años gracias a un equilibrio dinámico: la cantidad de sales añadidas es igual a la cantidad retirada. Parte de las sales se precipitan al fondo marino, formando nuevos minerales, mientras que organismos marinos también absorben ciertos componentes.
La próxima vez que pruebes el agua del mar, recuerda que su sabor salado es el resultado de miles de millones de años de interacción entre la atmósfera, la tierra y el océano, un equilibrio esencial para la vida en el planeta.
Fuente: https://www.bbc.com/mundo/articles/c0lpyy0w2xzo
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