Cada invierno, el Canal Rideau en Ottawa se convierte en la mayor pista natural de patinaje del mundo, con más de seis kilómetros recorriendo la capital. Por más de 50 años, ha recibido a turistas y locales, siendo un lugar para jugar, disfrutar o incluso desplazarse al trabajo. Allí aprendí a patinar.
Esta semana, tras una ola de frío que endureció el hielo, la pista abrió sus puertas, reuniendo multitudes que disfrutaron del tradicional BeaverTail. Fue un momento esperado con ansiedad, ya que “patinar en el canal se ha vuelto poco fiable”, comenta Chris Cochrane, residente de Ottawa.
Patinar en hielo natural es una tradición profundamente arraigada en Canadá. Con la llegada del invierno, miles disfrutan de ríos y lagos congelados para practicar hockey o patinaje artístico. Hoy, el país cuenta con cerca de 5,000 pistas al aire libre, la mayor cantidad tras Rusia.
Aunque el patinaje sobre hielo tiene sus orígenes en Escandinavia, Canadá posee una rica historia. Los iroqueses ya patinaban con huesos atados a los pies mucho antes de la llegada de los colonos, quienes comenzaron a practicarlo en el siglo XVII. A mediados del siglo XIX, Montreal inauguró la primera pista comercial al aire libre, estableciendo el patinaje como una pieza esencial de la cultura canadiense.
Sin embargo, esta tradición está en riesgo debido al calentamiento global. El año pasado, Ottawa vivió su temporada más corta: la pista del Canal Rideau sólo abrió por 10 días debido a temperaturas cálidas. En 2022, no abrió en absoluto.
El futuro de las pistas no parece más prometedor. Para ser seguras, necesitan al menos 10 días consecutivos con temperaturas bajo -10 ºC, algo cada vez menos frecuente. Entre 1951 y 2005, la duración de las temporadas de patinaje disminuyó entre un 20% y un 30%, con mayores caídas en Alberta, el este de Columbia Británica y las Praderas del sur. En Montreal, el patinaje en pistas naturales podría desaparecer por completo para mediados de siglo.
El hielo como espacio comunitario
La pérdida de estas pistas no sólo significa el fin de una actividad recreativa, sino también de espacios de encuentro social. Mervyn Horgan y Saara Linnamaa, tras estudiar las pistas de las 25 ciudades más grandes de Canadá, las describen como “espacios públicos únicos” donde se forjan lazos comunitarios.
“Son puntos de conexión donde los barrios se reúnen para crear y compartir el hielo”, señala Linnamaa. Al ser gratuitas, las pistas permiten la interacción de personas de diferentes edades, géneros y clases sociales, fortaleciendo vínculos.
Chris Cochrane coincide: “Ottawa se ha fragmentado mucho, pero patinar en el canal aún reúne a gente de todas partes”.
“El patinaje también tiene un lugar especial en mi historia familiar. Mi abuelo, maquinista y entrenador de hockey, pasaba las noches patinando en los suburbios de Montreal. Transmitió su pasión a mi madre, quien más tarde nos dejó recuerdos imborrables a mi hermana y a mí en las pistas.”
“Cada Navidad cantamos River, la icónica canción de Joni Mitchell que habla de un río ideal para patinar. Nunca imaginé que ese río podría desaparecer.”
Un esfuerzo por salvar la tradición
Ante el deshielo, iniciativas como RinkWatch buscan preservar el patinaje. Este proyecto ciudadano recopila datos de aficionados para monitorear las condiciones del hielo, aunque los resultados son desalentadores: para 2090, Toronto podría perder un 34% de sus días de patinaje y Calgary un 19%.
“Se está perdiendo la verdadera infancia de la gente”, lamenta Linnamaa. Aunque proyectos como mapas interactivos ayudan a mantener la tradición, las perspectivas siguen siendo preocupantes.
“Las comunidades son resilientes”, concluye Linnamaa. “Pero, ¿qué puedes hacer con un parque cubierto de nieve?”.
Fuente: https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2025/01/pistas-hielo-aire-libre-canada-desapareciendo
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