¿Sabías que los atardeceres más intensos, los cielos nublados y los días que irritan la garganta tienen algo en común? Todos están relacionados con los aerosoles, pequeñas partículas que permanecen suspendidas en el aire. Estas pueden incluir gotitas líquidas, partículas de polvo, fragmentos de carbón fino y otros materiales que, al flotar en la atmósfera, afectan el equilibrio energético de la Tierra.
¿Qué son los aerosoles?
El término aerosol abarca diversas partículas diminutas que permanecen suspendidas en el aire, desde el nivel del suelo hasta los límites del espacio. Pueden ser líquidos o sólidos, extremadamente pequeños o lo suficientemente grandes para distinguirse a simple vista.
Los aerosoles "primarios" como el polvo, el hollín o la sal marina provienen directamente de la superficie terrestre. Los vientos los levantan, las erupciones volcánicas los expulsan a grandes alturas, y las chimeneas o fuegos los emiten al aire. Los aerosoles "secundarios", en cambio, se generan cuando compuestos en la atmósfera, como sustancias orgánicas emitidas por plantas o gotas de ácido, interactúan químicamente. Un ejemplo es la neblina que caracteriza a las Grandes Montañas Humeantes en Estados Unidos.
Existen aerosoles de origen natural y humano, o de ambos. El polvo, por ejemplo, proviene de desiertos, lechos de ríos secos o lagos evaporados. Sus niveles varían con el clima: durante épocas frías y secas, como la última glaciación, la atmósfera albergaba más polvo que en períodos cálidos. Sin embargo, las actividades humanas han alterado este ciclo natural, incrementando el polvo en ciertas regiones o reduciéndolo en otras.
Las sales marinas, generadas por el viento y el rocío del océano, llenan las capas más bajas de la atmósfera. Por otro lado, erupciones volcánicas explosivas pueden lanzar partículas a la estratosfera, donde permanecen durante meses o años, a kilómetros de altura.
La actividad humana produce diversos aerosoles. La quema de combustibles fósiles genera partículas junto con gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono. Automóviles, aviones, fábricas y actividades agrícolas también contribuyen con polvo y compuestos como el nitrógeno aerosolizado, afectando la calidad del aire local y global.
Desde la Revolución Industrial, los humanos han duplicado la cantidad de partículas suspendidas en la atmósfera. Las partículas finas, conocidas como PM2.5, han aumentado un 60% respecto al siglo XIX. Otros aerosoles, como el ozono, también han incrementado, causando graves problemas de salud en todo el mundo.
La contaminación del aire se vincula a mayores riesgos de enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, problemas pulmonares y asma. Estudios recientes estiman que las partículas finas contribuyen anualmente a más de 6,7 millones de muertes prematuras, afectando sobre todo a niños y ancianos, con las tasas más altas en China e India. Según informes de 2024, la contaminación atmosférica causó 8,1 millones de muertes en 2021.
Efectos de los aerosoles en el clima
Los aerosoles influyen significativamente en el clima global. Algunos, como el carbono negro o marrón, calientan la atmósfera, mientras que otros, como los sulfatos, la enfrían. En conjunto, se estima que los aerosoles tienen un efecto de enfriamiento leve en el planeta, aunque no se comprende completamente su magnitud a largo plazo.
¿Cómo alteran el clima los aerosoles?
Los aerosoles afectan el clima de dos maneras principales: alterando el flujo de calor en la atmósfera o influenciando la formación de nubes.
Ciertos aerosoles, como el polvo claro y reflectante, devuelven la luz solar al espacio, reduciendo el calor que llega a la superficie terrestre. Este efecto puede ser significativo, como en la erupción del Monte Pinatubo en 1991, que enfrió el planeta durante dos años al liberar una gran cantidad de partículas reflectantes. De manera similar, la erupción del Tambora en 1815 causó el "Año sin Verano", que inspiró obras como Frankenstein.
En cambio, aerosoles como el carbono negro absorben el calor del sol, calentando la atmósfera pero enfriando la superficie al bloquear la radiación de salida. Aunque este efecto es menor en comparación con el enfriamiento general, su impacto aumenta con la acumulación de material carbonoso.
Además, los aerosoles afectan la formación de nubes al proporcionar núcleos para que las gotas de agua se agrupen. Una atmósfera rica en partículas fomenta la formación de nubes, que reflejan la luz solar, reduciendo el calor en la superficie, pero también retienen calor en la atmósfera baja. Dependiendo del tipo y ubicación de las nubes, estas pueden calentar o enfriar su entorno.
En resumen, los aerosoles tienen un conjunto complejo de efectos en el clima y la salud. Mientras que el ser humano ha alterado significativamente su presencia, el impacto sobre nuestra salud es innegable: a mayor cantidad de partículas finas en el aire, mayor es el daño para nuestro bienestar.
Fuente: https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/aerosoles
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