El presidente de EE. UU. ha firmado una orden ejecutiva que prohíbe el uso de pajitas biodegradables en los edificios de la Administración federal.
Además de favorecer la expansión de la industria petrolera —y con ello los intereses de magnates del sector—, el mandatario ha decidido revertir la prohibición de las pajitas de plástico, sustituyéndolas por las de cartón. La orden establece que “la política de EE. UU. es eliminar el uso de pajitas de papel”, aplicándose por ahora únicamente en el ámbito federal.
Junto a otras decisiones contrarias a la lucha contra el cambio climático, como la retirada del Acuerdo de París, Trump ha optado por respaldar las pajitas de plástico. Su decreto, firmado el pasado 10 de febrero por la noche, argumenta que las de papel “no son funcionales, contienen químicos potencialmente dañinos, resultan más costosas de producir y obligan a los usuarios a emplear varias por su fragilidad”.
El presidente critica que la campaña contra el plástico ha llevado a varias ciudades, estados y empresas estadounidenses a restringir su uso en favor de las pajitas de papel, las cuales, irónicamente, “a menudo vienen envueltas en plástico, lo que contradice el argumento ecológico”.
¿Un gesto simbólico o una distracción?
La medida podría parecer menor en comparación con otras políticas ambientales y sociales de la administración Trump, pero representa un golpe contra una década de concienciación sobre la contaminación plástica. En EE. UU., donde el consumo de refrescos es masivo, se estima que se usan y desechan hasta 500 millones de pajitas al día.
Expertos coinciden en que la reintroducción del plástico beneficia directamente a la industria petrolera. Andreu Escrivà, doctor en biodiversidad, señala que esta decisión favorece a las grandes compañías del sector, ya que son ellas las que producen la materia prima del plástico. “Buscan inundarnos con más plástico y abrir nuevos mercados”, explica.
Julio Barea, de Greenpeace España, advierte que el declive del petróleo como fuente de energía ha llevado a estas empresas a apostar por la producción de plásticos. “Trump está reaccionando a presiones económicas; sus aliados petroleros le han dejado claro que su negocio está en riesgo”, afirma. De hecho, en las negociaciones para reducir el uso de plásticos, algunos países y corporaciones han intentado bloquear acuerdos internacionales.
Más que una anécdota
En los últimos años, campañas contra el plástico de un solo uso han proliferado en todo el mundo. Un ejemplo icónico fue el video viral de una tortuga con una pajita atascada en la nariz, que impulsó regulaciones para reducir este tipo de residuos.
Barea sostiene que, aunque se logró difundir el mensaje de que las pajitas de plástico son perjudiciales, lo más relevante es entender que, en la mayoría de los casos, ni siquiera son necesarias. “No se reciclan, tardan siglos en degradarse y dañan la fauna marina y terrestre”, advierte.
Escrivà agrega que, aunque el uso de pajitas de papel o su eliminación no cambiará el rumbo del cambio climático, sí tiene un impacto educativo. “Si ves una pajita de cartón, entiendes que algo está cambiando, que el plástico es un problema y debemos reducir su uso”, señala.
En varias ciudades y estados de EE. UU., como Nueva York, California y Washington, el uso de pajitas de plástico ha sido restringido. En algunas zonas, los restaurantes solo pueden ofrecerlas si el cliente las solicita, y en lugares como Washington D.C., su entrega está prohibida incluso bajo petición.
La Fundación Rezero enfatiza que el problema no es solo este producto, sino el modelo de “usar y tirar”. Afirma que la contaminación plástica está presente en los océanos, alimentos, agua y aire, afectando la salud humana y animal. Además, la producción de plásticos conlleva contaminación por microplásticos y sustancias tóxicas.
“Es una ridiculez”
La decisión de Trump supone un retroceso respecto a las políticas de su predecesor. Joe Biden había anunciado que para 2027 el gobierno federal dejaría de adquirir pajitas y otros plásticos de un solo uso.
Durante la firma del decreto, transmitida en vivo, Trump justificó su postura: “Estas pajitas de papel no funcionan. Se rompen, se deshacen, es absurdo”. Sus comentarios recuerdan las críticas de algunos líderes a medidas ambientales, presentándolas como inconvenientes más que como avances.
Escrivà advierte que mientras se debate sobre pajitas, temas más urgentes como los límites de emisión, la contaminación industrial y la expansión de la extracción petrolera quedan en segundo plano. “El problema es que la gente ha percibido cambios cosméticos que afectan su día a día, pero no cambios estructurales reales. La solución no es volver al plástico”, concluye.
La orden de Trump obliga a las agencias federales a cesar la compra de pajitas de papel y a eliminarlas de los edificios gubernamentales. También exige que se presente una estrategia para erradicarlas en un plazo de 45 días.
En un contexto de tensiones comerciales globales, crisis ambientales y conflictos geopolíticos, esta decisión parece un detalle menor. Sin embargo, en el fondo, no es solo sobre pajitas, sino sobre petróleo y el modelo económico que lo sustenta.
Fuente: https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2025-02-12/trump-resucita-las-pajitas-de-plastico-una-distraccion-con-escaso-impacto-o-un-simbolo-que-impulsa-a-la-industria-del-petroleo.html
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