Este coloso de hielo ha estado atrapado en el lecho marino durante casi 40 años, pero ahora se ha puesto en movimiento, desplazándose a menos de dos kilómetros por hora. Aunque su avance es lento, los expertos temen que impacte negativamente en el ecosistema de la isla.
¿Cómo se desprendió el A23a? ¿Qué consecuencias podría tener para las focas y pingüinos de la zona? ¿Hay relación con el cambio climático? Esto es lo que sabemos.
Su quilla era tan profunda que quedó encallado en la plataforma continental, permaneciendo inmóvil hasta 2020. Andrew Meijers, del British Antarctic Survey, explica que el hielo se fue derritiendo gradualmente hasta liberarse.
En abril de 2024, el A23a volvió a atascarse brevemente por un fenómeno llamado columna Taylor, donde las corrientes oceánicas giran alrededor de montes submarinos. Finalmente, en diciembre, quedó libre y ahora se mueve con la poderosa corriente circumpolar antártica.
Según Meijers, su trayectoria apunta directamente hacia Georgia del Sur, hogar de pingüinos papúa, focas peleteras y albatros.
El momento es clave. "En octubre, los pingüinos eligen sus nidos", dice Maria Vernet, del Instituto Scripps de Oceanografía. Un iceberg gigante puede ser devastador si bloquea las rutas cuando los polluelos dependen de sus padres.
En febrero, sin embargo, la mayoría de los polluelos ya habrán abandonado el nido y podrán buscar alimento por sí mismos, reduciendo el peligro inmediato.
El impacto no termina ahí. Un caso similar ocurrió en 2000 cuando el iceberg B15, al desprenderse de la plataforma de Ross, bloqueó la luz solar, frenando el crecimiento del fitoplancton, base de la red alimentaria marina.
Por otro lado, el deshielo del A23a podría liberar hierro y otros nutrientes en el agua, favoreciendo la proliferación de plancton, atrayendo krill y, en consecuencia, a depredadores como pingüinos y focas.
"Los icebergs a la deriva crean pequeños ecosistemas", señala Vernet. Si el krill se acerca a las colonias, podría incluso beneficiar a algunas especies.
El A23a sigue el camino de otros icebergs: el A38 encalló cerca de Georgia del Sur en 2004 con consecuencias desastrosas para la fauna; el A68, en cambio, se derritió antes de llegar a la isla en 2020; y el A76 se rompió en pedazos en 2023.
Si el A23a se fragmenta, los trozos más pequeños podrían convertirse en un peligro para la navegación, especialmente en el tormentoso Océano Austral. "Seguir un iceberg gigante es fácil, pero vigilar fragmentos más pequeños es un desafío", advierte Siegert.
Sin embargo, subraya que la Antártida pierde masa cada vez más rápido debido a las emisiones de carbono. Andrew Meijers añade que las capas de hielo de la Antártida y Groenlandia están desapareciendo seis veces más rápido que hace tres décadas.
El deshielo no solo eleva el nivel del mar —que ya tiene dos metros asegurados, según Meijers— sino que también afecta la capacidad del Océano Austral para regular el clima global al absorber calor y carbono.
"Definitivamente va a cambiar las cosas", concluye Vernet. Siegert, más pragmático, añade: "Desde un punto de vista científico, es un fenómeno fascinante".
Fuente: https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2025/01/megaberg-a23a-iceberg-mas-grande-mundo-amenaza-santuario-vital-pinguinos
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