jueves, 6 de marzo de 2025

La nieve plantea un desafío creciente en los Grandes Lagos de EE. UU.

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 Las intensas tormentas de nieve del lago Erie amenazan con paralizar a sus comunidades, y la situación podría agravarse.

Jim Timonere lleva semanas observando el lago Erie, esperando que se congele, anhelando un respiro del invierno.

Ha sido una temporada dura para las poblaciones del sureste y este del lago, que abarca Ohio, Pensilvania y Nueva York.

El último fin de semana de Acción de Gracias, una tormenta “histórica” dejó casi dos metros de nieve, alterando la vida en cientos de kilómetros.

“Cuando me levanté a las tres de la mañana, no parecía tan grave”, recuerda Timonere.
“Dos horas después, miré afuera y pensé: ‘Dios mío’. La nieve cayó a un ritmo alarmante”.

Más de una docena de tejados colapsaron en Ashtabula, incluido el del instituto local, obligando a cientos de estudiantes a recibir clases online durante un mes.

“Estamos acostumbrados a 20 centímetros de nieve. Eso lo manejamos”, explica Timonere, administrador de una ciudad de casi 18 000 habitantes.
“Pero cuando hablas de varios pies de nieve cayendo a razón de cinco a siete centímetros por hora, nadie puede con eso”.

El lago Erie, el más pequeño y al sur de los Grandes Lagos, está generando condiciones peligrosas para millones, desde Cleveland hasta Buffalo.

Aunque la nieve ha sido escasa en gran parte del Medio Oeste este invierno, las áreas a sotavento de los Grandes Lagos viven lo contrario.

Dos veces esta temporada, las costas del lago Erie han sufrido tormentas sin precedentes, activando la guardia nacional y declarando emergencias por nieve.

Paradójicamente, el cambio climático podría estar intensificando estas nevadas.

El aire frío del Ártico y Canadá, al pasar sobre lagos calientes por el verano y otoño, provoca una rápida evaporación del agua, desencadenando fuertes nevadas.

Por su poca profundidad —64 metros en su punto máximo—, el agua del lago Erie se calienta rápidamente.

Desde 1927, las temperaturas del agua han ido en aumento. En los años 50, el agua en Buffalo registró 26 °C durante 28 días de agosto; en la última década, solo ocurrió dos veces, con una media de 23 °C.

El primer día de 2025, el lago Erie aún no tenía hielo. Recién a finales de invierno, las bajas temperaturas lo congelaron parcialmente, creando el escenario perfecto para las nevadas extremas.

“Comparado con años anteriores, las tormentas de nieve de efecto lago han sido excepcionales este invierno, debido a lo cálidos que están los lagos”, afirma Richard Rood, profesor emérito de la Universidad de Michigan.

Explica que, aunque los lagos permanecen sin hielo hasta bien entrado el invierno, el aire frío sigue provocando brotes de nieve intensa.

Un estudio de 2003 en el Journal of Climate ya señalaba un aumento de las nevadas en las zonas cercanas a los Grandes Lagos durante el siglo XX.

Otro informe, publicado en Earth's Future el pasado junio, proyecta que las nevadas extremas en Buffalo podrían crecer un 14 % a medida que el planeta se calienta, aunque parte de esas precipitaciones podrían ser lluvias.

Según modelos del programa GLISA, las temperaturas del aire en la región podrían subir hasta 6 °C para 2100, calentando aún más las aguas de los lagos.

La interacción entre el aire del Ártico y los patrones climáticos cambiantes hace difícil predecir las futuras nevadas, pero los ingredientes para fuertes tormentas —lagos cálidos y aire gélido— parecen mantenerse.

David Kristovich, de la Universidad de Illinois, señala que, aunque los brotes de aire frío extremo son menos frecuentes, no desaparecerán.

El impacto no se limita a los Grandes Lagos: las aguas cálidas han intensificado las nevadas en Estambul, las regiones cercanas al Mar de Japón e incluso la costa del Golfo de EE. UU.

En general, los inviernos son más cálidos, pero las tormentas, aunque menos frecuentes, serán más intensas.

Erie, Pensilvania, por ejemplo, registró nevadas promedio en enero, pero la mitad cayó en solo tres días.

“Estamos viviendo el impacto del calentamiento global”, dice Rood. “No es un caso aislado”.

Adaptarse a las tormentas de nieve extremas

JoAnn Vranek, profesora jubilada en Ashtabula, quedó atrapada en casa durante la tormenta de Acción de Gracias. Tuvo que contratar a alguien para limpiar su entrada.

“A mí me fue bien”, dice, “pero otros vecinos pagaron cientos de dólares”.

El instituto local, construido hace menos de 20 años por 40 millones de dólares, sigue cerrado tras el derrumbe de su techo. Podría tardar un año en reabrir.

La tormenta también afectó los servicios de emergencia: las autoridades lucharon para llegar a las personas, algunas con intoxicación por monóxido de carbono tras bloquearse las ventilaciones de sus hornos por la nieve.

Los bomberos, sin acceso a las bocas de incendio cubiertas, usaron un camión cisterna para apagar incendios.

“Ciudades pequeñas como la nuestra no tienen recursos ilimitados”, dice Timonere.
“No tengo 20 personas para limpiar carreteras como una ciudad grande”.

Yue Li, profesor en la Case Western Reserve University, advierte que adaptarse requerirá grandes inversiones.

“Las ciudades necesitan mejores sistemas de drenaje, zonas para almacenar nieve y normas de construcción más estrictas para soportar cargas pesadas”, explica.

Añade que garantizar equipos adecuados para retirar nieve y reservas de sal y arena será clave para mantener la movilidad y seguridad.

Ashtabula avanza en un plan de 100 millones de dólares para modernizar su infraestructura de aguas, considerando ahora las inundaciones causadas por fuertes lluvias y nevadas.

“Esperemos que esta tormenta haya sido una excepción”, concluye Timonere. “Pero el clima está cambiando, y ya no podemos ignorarlo”.

Fuente: https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2025/02/nieve-convertido-serio-problema-grandes-lagos-estados-unidos

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